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Separata das Actas do 3.º Congresso de Arqueologia Peninsular Volume V1, " Arqueologia da Antiguidade na Península Ibérica " Porto, ADECAP, 2000

 

EVOLUCION DE LAS FORMAS y FUNCIONES DE LA ARQUITECTURA MILITAR ROMANA EN EL NORTE DE HISPANIA: EL CASO DE TEDEJA

por Ramón Bohigas*, José Ángel Lecanda* & Ignacio Ruiz Vélez*

Introducción, Sectores y Estructuras Poliorcéticas, En La Divisoria Geográfica y Estructural, De La Vigilancia A La Defensa, Interpretación y Paralelos, Bibliografía

Resumen: Hasta la fecha, y una vez realizadas seis campañas de excavación, la fortaleza de Tedeja (Trespaderne, Burgos) ha ido retrotrayendo su cronología, que inicialmente se situaba en el siglo XI d. C. -por conocimiento histórico de carácter documental -hasta remontarse a mediados del siglo V d. C.

Ello supone la confirmación de una serie de hipótesis historiográficas que sitúan frente a los pueblos del norte peninsular un sistema de fortificación en época romana. Sin embargos nuestra participación en este encuentro no pretende ahondar, básicamente, en este debate, sino aportar algo de información sobre la poliocértica romana no urbana ni campamental, y referida a los momentos finales del Imperio, aspectos todos ellos poco conocidos hasta la fecha.

A ello debemos añadir las posibilidades que el yacimiento presta gracias a la constatación de evidencias visigóticas, y alto y pleno medievales, así como por la información documental que sobre él poseemos a partir de la segunda mitad del siglo XI.

Palabras-clave: arquitectura militar; romana; Hispania.                                        

INTRODUCCIÓN

El castillo de Tedeja se encuentra en el término municipal de Trespaderne, Burgos (Partido Judicial de Villarcayo), asentado sobre un cerro calcáreo (721 mts.) de perfil cónico que domina la entrada noroccidental del desfiladero formado por el río Ebro al atravesar el anticlinal de la Tesla, desde el valle de Valdivielso, al sinclinal del Nela Trueba, concretamente a los valles de Cuesta Urria y Tobalina.

Su dominio visual alcanza, por tanto, a la mayor parte del desfiladero, La Horadada -que enlaza Las Merindades con La Bureba -, y la práctica totalidad de la cuenca fluvial del Nela, que corre en dirección NW -SE. Por el noreste el límite del territorio controlado lo conforman las estribaciones que separan este valle del de Losa, donde el Río Jeréa se convierte en su drenaje natural, afluyendo al Ebro en Universidad de Burgos.

Un punto distante del castillo escasamente dos kilómetros y, además, visible desde el mismo.

Las coordenadas de su posición, referidas a su cumbre, son: 0° 17'10" E (Meridiano de Madrid), 42°47'50" N. Cartográficamente podemos localizarlo en la hoja número 136 (Oña) de las del Instituto Geográfico Nacional, escala 1:50.000.

Tras varios años de excavación sistemática en el mismo y de varias publicaciones, unas más descriptivas y otras más analíticas, puede afirmarse que el mismo tiene unos orígenes crono-culturales en época romano-imperial, humildes desde el punto de vista poliorcético y funcional; también puede afirmarse que experimenta una importante modificación, en esos dos mismos aspectos en época tardorromana y que su ciclo vital se prolonga a lo largo de toda la Alta Edad Media, alcanzando la plenitud medieval y, con ella, su decadencia.

Fue precisamente su conocimiento, vía documental, como castillo en el siglo XI el que nos movió a su investigación; sin embargo, desde las primeras campañas y por razones que ya han sido explicadas (Bohigas, Fernández, Lecanda y Ruiz Vélez, 1996) , la hipótesis de trabajo fue ampliando su paréntesis cronológico, rebajando su datación hasta tiempos visigodos. Sin embargo el proceso de investigación nos ha llevado todavía más lejos de lo que pensábamos y, así, hoy se puede afirmar su existencia, geoestratégicamente hablando, desde el siglo III d. C.

Nuestra comunicación pretende señalar las características arquitectónicas de sus dos primeras etapas, la imperial y la tardorromana, mostrando el proceso secuencial de transformación. Al tiempo, y para no quedamos en una simple taxidermia de los restos, intentaremos profundizar en la funcionalidad de Tedeja en cada uno de esos contextos históricos y, a través del cotejo de ambas informaciones, ver si estos dos planos resultan coherentes: función y forma.

Es decir, del objetivismo de las evidencias arqueológicas, al subjetivismo de la interpretación histórica. Desde luego necesitaremos de la comparación con los tipos "normalizados" en el territorio imperial en cada una de esas fases históricas, y del cotejo con otros yacimientos equiparables en el territorio norpeninsular. Solo de esta mixtura metodológica podrá salir una explicación histórica mínimamente razonable.

SECTORES y ESTRUCTURAS POLIORCÉTICAS

Tras dos años de prospección y delimitación del yacimiento, el inicio de las excavaciones vino a confirmar nuestras hipótesis iniciales, el tipo de elementos defensivos es significativo y se localizan, los más potentes, sobretodo en su flanco noroccidental, el mas accesible a la luz del emplazamiento típicamente castreño de la fortaleza: Cerro cónico de fuertes pendientes, cursos de agua que lo protegen por varios de sus lados, emplazamiento estratégico desde el punto de vista militar y económico. ..Parece también claro que todo el perímetro del cerro está defendido antrópicamente y que las estructuras están en relación directa con la accesibilidad a la cumbre.

Dada la extensión del recinto, aproximadamente 1,5 hectáreas, se procedió mediante la determinación de sectores de excavación, espacios que a lo largo de estas campañas se han ido ampliando, tanto en extensión de los abiertos como por la apertura de otros nuevos; a la fecha contamos con tres que ahora resumimos

Sector 1

Abierto en el flanco NW; allí se documenta un muro de mampostería gruesa, trabada con argamasa de cal y arena, compacta, formado a modo de caja, es decir, con dos paramentos exteriores alineados y homogéneos y un cuerpo interior compuesto con mayor proporción de argamasa y piedras de relleno. La mayor parte del material pétreo es autóctono, fundamentalmente calizo, aunque no es extraño encontrar algún material arenisco e incluso toba. La fábrica del muro se apoya directamente sobre el suelo geológico, sin zanja de cimentación, sobre una ligera capa de argamasa.

La muralla tiene un espesor 2 mts. y conserva, por su interior, las escaleras de acceso independiente a cada uno de los torreones. Además, nos encontramos con una acción antrópica posterior, consistente en la adición a los paños de la muralla de un paseo de ronda, de 70 centímetros de ancho; esta nueva estructura amortiza las escaleras de las que hablamos.

Este paseo de ronda, así como el nivel de terraza de las torres nos permite calcular la potencial altura de la muralla y sus defensas: unos 3 metros.

Este muro dispone de, al menos, cuatro cubos, con el mismo tipo de aparejo, de planta semicircular algo peraltada y muros en ligero talud, aunque el mas occidental de todos, por ser esquinero y vértice de un fuerte giro del lienzo de la muralla, resulta claramente ultrapasado.

La disposición de estos cubos no resulta equidistante, como al parecer tampoco sus dimensiones ni su radio, siendo, aparentemente, cada uno de ellos distinto al resto, aunque todos muy similares. Ello se debe, creemos, al condicionamiento de su posición física sobre el terreno; en el caso del torreón número 2, afectado por nuestro proceso de excavación arqueológica, podemos afirmar que su avance respecto al lienzo alcanza los cuatro metros, distancia que en el número 1 es algo mayor por la razón antes expuesta.

La torre número 1 (la primera arrancando del SW) ofrece unas dimensiones, tomadas en la luz del arco de su planta, de 7,5 metros, la número 2 casi 7 mts., la tercera unos 6 metros y la cuarta puede llegar a los 6,5. Hay que señalar que sólo en el caso de la torre 1 y parcialmente en la dos, puede considerarse la medición segura, ya que en los restantes casos la medida ha sido tomada en sus canchales.

Como indicamos líneas arriba, la distancia entre torres tampoco es homogénea. Así, la primera y la segunda sólo distan 8 mts., mientras que entre ésta y la tercera se alcanzan los 15,5 metros y entre esta y la cuarta, que parece la última del flanco norte, encontramos un paño de 26 metros.

Las torres de este sector son de, al menos, dos cuerpos. El inferior, a partir de la cota de suelo geológico, es macizo, relleno con piedras y argamasa; sobre él, el segundo, posiblemente el último y, por tanto, entendido como terraza; éste se ejecuta con el acondicionamiento del piso mediante un mortero de alta calidad, compacto y resistente, de entre cuatro y seis centímetros de espesor, que cubre todo el espacio y se une a las paredes con un reborde cóncavo. La existencia de este suelo, unido a otro dato vinculado a la muralla, nos permite estimar la altura total de las defensas.

La longitud de este lienzo torreado supera los ciento cincuenta metros y su ubicación lo dispone como frente de resistencia al lugar mas vulnerable del cerro mayor cuanto mas al oeste nos situemos, de ahí el porte y proximidad de los torreones uno y dos -ya que el resto de las vertientes están formadas por fortísimas pendientes. Por esta razón de la menor defensa natural, este lienzo de muralla y sus cubos se complementan con otros elementos defensivos de no menor interés militar. aunque arquitectónicamente no sean comparables.

Inmediato. al exterior de la muralla se documenta un aterrazamiento. paralelo y anexo. Aterrazamiento que pretende aprovechar las condiciones del terreno pero que también es producido mediante relleno antrópico con el fin de lograr esa horizontalidad de cotas. La anchura del mismo oscila, pero con un término medio entre 6 y 8 metros.

Este aterrazamiento poliorcético se completa con una nueva estructura, que es en realidad la que le dota de sentido y la delimita: un foso. con posible sección de U, aunque hoy prácticamente irreconocible debido a su colmatación. La anchura estimada del mismo es de unos 12 metros. aunque nuestras mediciones han sido realizadas en superficie. y que hasta ahora no han podido ser concretas pues en nuestras trincheras no hemos logrado alcanzar todavía los dos bordes del foso. Con más razón, la profundidad del mismo nos resulta imposible de determinar. pero tal vez no fuera excesiva. La llegada hasta el mismo suponía un fuerte ascenso. que se vería posiblemente dificultado con un talud terrero previo. creado por el simple acarreo del material vaciado del foso. además. sobre su cara interna. la mas próxima al castillo. en el frente de la plataforma de aterrazamiento que hemos descrito. encontramos una cortina de mampostería, a hueso o al menos no trabada con argamasa, aunque es posible que lo fuera en sus orígenes con tierra y barro, que bien como frente y calce de la terraza, bien como antemuralla supondría un último escalón previo a la muralla de no fácil superación. máxime cuando supone un campo de tiro fácil de batir para los defensores.

Seguramente debamos considerar este elemento más como una contrapendiente vertical y reforzada que como una antemuralla; no es desconocido entre los restos poliorcéticos romanos este fenómeno. La fossa punica (Cordente. 1992: 318).

Sector 3

Frente a esta tipologías. en el Sector 3. en el ángulo NE del recinto. localizamos también una torre -y una puerta -muy distinta. Se trata de una estructura de planta cuadrangular con lado de seis metros. realizada con sillería un tanto basta. asentada a hueso, opus vittatum, a soga. El interior muestra un rellenadizo de piedra local y tierra.

Los alzados son pequeños, de no más de 70 cts., pero suficientemente expresivos; la torre de planta cuadrangular se localiza justamente en la esquina que sirve de unión y giro a la muralla proveniente del Sector l; esta torre conserva 3-4 hiladas. realizadas con sillares de tamaño medio y grande, incluso bastante regulares en su métrica.

La puerta se presenta a su lado, retranqueada medio metro, estrecha, recta y profunda. Elumbral es estrecho en la boca, I. 7 metros. posteriormente se ensancha casi un metro más; la entrada constituye un paso profundo y queda delimitado en su lateral norte por el costado de la torre y por el lienzo de la muralla, mientras que su lateral sur queda definido por una estructura muraria de material pétreo de menor calidad y porte, cuya anchura es de poco más de dos metros. El suelo de umbral conserva restos de la solera, Opus signinum, del mismo tipo que el de las torres. Se conservan también restos del sistema de cierre, goznes y topes, de donde pudimos recuperar material orgánico.

Pero lo más importante, en relación directa con este artículo, es que la estratigrafía de las estructuras castillológicas nos permite aseverar que esta torre cuadrangular no es, inicialmente, parte de un complejo poliorcético de excesivo tamaño, sino una simple turris de vigilancia, y que posteriormente pasa a quedar integrada en un recinto de mayor significación militar, el que denominamos fortaleza de Tedeja, procediéndose a su reforma en planta -ahora semicircular -e integrándola mediante la adición al lienzo de muralla del nuevo recinto. Conocemos con bastante precisión este momento, pues la muestra analizada procede de la estructura de la puerta, uu.ee. suprayacente a la solera.

Ésta muestra y otra procedente del Sector 1, recuperada junto a la escalera amortizada de torreón número 1 -el más occidental del flanco noroccidental -, fueron remitidas a la Universidad de Granada. Los resultados obtenidos y la ampliación del Sector 3 en 1998 nos han proporcionado algunas claves de interpretación del yacimiento.

Las fechas absolutas obtenidas por medio del c14 nos hablan de mediados del siglo V d. C. (1510 B.P. + 70) para el Sector 3, y de mediados del sigló VII para el Sector 1 (1300 B.P. + 100).

A juzgar por lo expuesto, características morfológicas y dataciones absolutas no parecen desencajar, y en virtud de la comparación tipológica, podemos manifestar que, por ejemplo, la técnica constructiva a base de mampostería concertada no debe hacemos descartar, a priori, una cronología romana, pues a lo largo del Imperio y, sobretodo, el Bajo Imperio, se produce una progresiva adaptación a las nuevas realidades socioeconómicas y una "provincialización " cultural; es más, las pocas construcciones de este tipo estudiadas en España, como en el caso de Extremadura, resultan frecuentemente construidas de manera "atípica", aprovechando siempre los materiales locales, a veces "pobres", con aparejos o emplazamientos poco clásicos (Alonso Sánchez, 1988: 111-112). Por otra parte, lo que si es típico de este periodo bajoimperial es la creación de muros íntegramente de piedra (Elton, 1996: 162).

Tampoco la anchura de la muralla es extraña entre las documentadas para idéntico periodo en Europa. aunque la media, según este autor, es de 3 m.

El avance de los torres respecto al paño que protegen es una las más notables características de la poliorcética romana tardía, cronologizándose su generalización en el periodo 285-350 d. C. y por lo general en el occidente europeo, éstas no son cuadrangulares (Lander, 1984: 198 y 208).

El modelo de torre semicircular parece originario de la Galia y, curiosamente, las medidas de proyección y radio aquí comentadas coinciden con las allí (Beau vais, Soissons y Senlis) documentadas y cronologizadas después del 285 (Lander, 1984: 211) y más concretamente con las que tienen únicamente proyección al exterior, y que se localizan en la frontera franco-belga, en tomo a Estrasburgo, con diámetros de unos 6 metros y proyecciones de 3,5 mts. como valores modales

Ya hemos indicado que la existencia de torres de planta circular no es desconocida en el mundo romano, y menos en el periodo bajoimperial; aunque la tradicional torre cuadrada se mantiene e incluso se alterna con las de otras formas. Así, por poner ejemplos cercanos, el oppidum de Iruña muestra las dos tipologías, como también muestra variedad en el tipo de aparejo empleado. El Opus quadratum y el vittatum, e incluso el incertum, tienen perfecta cabida en la misma muralla. Aquí parece existir una correspondencia entre la planta de la torre y el aparejo empleado, así como con la vulnerabilidad de los distintos paños de la muralla. Planta circular y paño fuertemente amenazado se corresponde con el aparejo mas cuidado, torres cuadradas y lienzos de muralla menos vulnerables, aparejo de peor calidad y fábrica. Respecto a la distancia asimétrica entre torres también nos sirve como ejemplo Iruña; se muestran más próximas entre si las semicirculares que las cuadrangulares. La datación de esta fortificación queda estblecida entre fines del III d. C. y la primera mitad del IV. (Filloy, Gil e Iriarte, 1991: 247)

Por tanto, las características enumeradas aquí respecto a la muralla y torres de Tedeja, en nada desentonan con las generalizadas en el bajoimperio. Son extrañas las cuadrangulares por su mayor vulnerabilidad, su proyección sobre el plano de la muralla va de los 3 a los 9 mts., de distribuyen por parte o por la totalidad del perímetro amurallado, sin que en este caso exista una distancia estandarizada para su ubicación, son de base sólida, tienen una terraza que permita el tiro, se conectan por medio de paseos de ronda y están dotadas de una escalera de acceso a cada una de ellas, bien interna si la base no es sólida, bien anexa en caso contrario. (Elton,1996: 163)

De igual forma la anchura de la terraza previa a la muralla es muy frecuente en las fortificaciones romanas bajoimperiales entendida como distancia entre la muralla y el foso (Elton, 1996: 161) .Respecto a éste, su anchura pude parecer exagerada en comparación con los habitualmente establecidos en la castramentación romana, máxime a juzgar por los parámetros bien determinados de época imperial, y donde siempre se trata de distancias impares y que excepcionalmente alcanzaban los 5 metros; sin embargo, para época bajoimperial, puede establecerse como módulo medio para este tipo de defensas los 3 metros de profundidad (2-4 mts) y los l0 de anchura (5-15 mts). (Elton, 1996: 161)

El foso no es continuo y parece quedar restringido a la parte más vulnerable de este flanco. Parece terminar, en ambos extremos, justamente aprovechando las crestas de roca aflorante. También, ya diferencia de los fosos en campamentos de épocas anteriores, debemos señalar que se trata de un único foso, donde la anchura del mismo sustituye a la multiplicación de zanjas. (Lander, 1984: 261)

Frente a estas consideraciones, básicamente referidas a las características de las estructuras del Sector 1, la torre del Sector 3 responde a una tipología claramente romana pero del tipo turri.s, y por ello muy distinta de resto del edificio. Debe enlazarse este hecho, por otra parte, con ciertos datos obtenidos del entorno geográfico -y estratégico -más inmediato, pues ya teníamos conocimiento de la existencia de una turris en el mismo desfiladero, donde se había recogido en su día material cerámico, terra sigillata, y una punta de lanza.

Aplicando los mismos principios teóricos que expusimos al hablar de las torres semicirculares del Sector 1, basados en los estudios de James Lander y Hugh Elton, tendremos que deducir; por esta planta cuadrangular y por su escasa proyección desde el muro, que dicha torre debe tener una cronología más temprana, pero no parece estar, ni constructiva ni estratigráficamente hablando con el restos de las estructuras del sector, salvo a través de su reforma.

De tal manera que aceptada, por medio de la comparación estilística, que esta diferencia tipológica corresponde a dos periodos históricos distintos, hecho corroborado por las dataciones radiocarbónicas, y que de un elemento poliorcéticamante simple, una tunrris, se pasa a la constitución de una verdadera fortaleza, nuestro proceso de investigación debe transcender de esta descripción en busca de la explicación a tal hecho.

Si al principio de nuestro artículo hablamos de la coherencia entre forma y función, debemos señalar porqué inicialmente solo se detecta la presencia de una simple torre cuadrangular y explicar porqué, posteriormente, el lugar se transforma en una recinto militar adaptado a las mejores técnicas legionarias. Es aquí donde surge nuestra pregunta, y es aquí donde caben distintas interpretaciones.                 

EN LA DIVISORIA GEOGRÁFICA y ESTRUCTURAL

No caeremos en el viejo determinismo geográfico, pero sin duda nadie negara su carácter de condicionante histórico. Este hecho, y el conocimiento histórico, gra cias a los autores clásicos, de las peculiaridades antropológicas, económicas y sociales de los pueblos del norte peninsular, habían provocado unos ritmos diferencia dos en el proceso romanizador, sobre un substrato poco preparado y sobre el que se comenzó el proceso más tarde que en cualquier otro punto del territorio peninsu lar; en estas condiciones resultaba dificultoso adaptar dos situaciones estructural mente antagónicas, y solo mediante la polivalencia del ejercito podía intentarse. (Roldan, 1989: 267)

Frente a esta diferenciación estructural, desde el momento de partida, de los pueblos septentrionales, de la divisoria de aguas hacia el mediodía la situación era absolutamente opuesta y, en consecuencia, perfectamente permeable al impacto aculturizador romano y perfectamente integrable en la estructura socioeconómica del imperio. Estructural e superestructuralmente no existían problemas en tal sentido.

Nadie puede negar hoy el control ejercido por Roma incluso en los territorios más indómitos, como, Cantabria o Asturias, y por ello y con menos razón lo haremos nosotros en referencia esta región; tal vez sirva como muestra de ellos el hecho de que por la comarca han discurrido históricamente varios caminos, prácticamente naturales, de relevancia regional y de utilización secular, con una antigüedad que puede remontarse, en el mayor número de casos al mundo de la romanidad. (Abásolo, 1975)

Esta dualidad antagónica, sin llegar a ser traumática, debía provocar la absoluta necesidad de establecer unos mecanismos de protección-control por parte del elemento dominante. y tal disparidad de situaciones y de ritmos evolutivos no fue superada tampoco por el poder visigodo de Toledo; al contrario, no hizo sino agravarse. De este modo, los pasos y desfiladeros, los forados, entre Mave -Palencia y Pancorbo -Burgos -, sino más allá, quedaron, primero, vigilados y, posteriormente, protegidos y cerrados. (García González, 1995: 35-41;Lecanda, 1997 v 1997e.p. Lecanda y Palomino, 1999 e.p.)

La Arqueología es explícita en este sentido; de la línea de forados hacia el norte los vestigios de romanización son débiles y escasos, de los pasos hacia el sur , en La Bureba por ejemplo, se nos muestran abundantes y claros: ciudades como Salionca, Virovesca, Vindeleia, Deobriga, Segasamunclo, Auca o Tritium, explotaciones salineras, villas, poblados, restos epigráficos... (García Merino, 1975: 225-244. Abásolo, Barriocanal y Rodriguez, 1982) y dos grandes vías de comunicación, la aquitana (Ab Astllrica Burdigalam) y itálica (De Italia in Hispanias). (Abásolo, 1975:73-ss., 142-ss.)

A la luz de lo cual no parece irracional pensar que existe una necesidad real de incrementar la presión policial, la vigilancia, hasta llegar a la militar, si esos dos espacios, dos sociedades, en lugar de tender a la convergencia se van distanciando progresivamente. Hay que garantizar la seguridad de las zonas mas integradas en los esquemas y estructuras del Imperio, al tiempo que, inicialmente, facilitar la conexión con aquella partes del mismo que se ven, por su marginalidad, un tanto amenazadas. Cuando ello, por razones diversas y según distintos autores, se agrava, bien por la debilidad de uno, bien por el fortalecimiento del otro, habrá que buscar un sistema más resistente.

Que en el siglo III se produjo una fuerte crisis en el Imperio no es nada nuevo, que Constantino y Diocleciano realizaron diversas reformas tampoco, y que varias de ellas estaban encaminadas, precisamente, a reforzar la seguridad del territorio tampoco.

Si ya la conquista fue violenta, exigiendo la presencia: del propio emperador, posteriormente fueron frecuentes los problemas, ya que la zona estaba sujeta también a factores exógenos desestabilizadores (piratas hérulos, aquitanos, francos. ..). Tras la crisis del siglo III hubo establecimientos militares en toda la zona, desde Rosinos de Vidriales a Iruña de Nanclares.              

DE LA VIGILANCIA A LA DEFENSA

Durante el periodo imperial no parece necesaria la creación de una compleja red de puestos de vigilancia y control, pues la mayor parte de los castros de la, zona o son abandonados (Quintanalacuesta, Brizuela, Manzanedo con dudas, Cidad de Ebro, Cornejo, Calzada de Losa, también con ciertas dudas, Quintanilla de Valdebodres y Berrandúlez), o son romanizados (San Pantaleón de Losa, Momediano) (Ruiz Vélez, 1987: 98-102); lo primero parece ocurrir con aquellos más enriscados y en áreas de menor interés económico o estratégico, mientras que los segundos se hallan en las proximidades de los valles explotados vilicariamente o en sus rutas de acceso v comunicación.

Esta situación parece estable durante el siglo II y III, aunque en éste cabe suponer que los avatares históricos afectaran al territorio de una manera pareja al resto del Imperio, sino más.

Pero también conocemos por fuentes documentales que desde fines del s IV d.C., se procede a la fortificación de plazas fuertes y al establecimiento de tropas, frente a la vertiente meridional de la Cordillera Cantábrica: Legio VII Gemina en León, Cohortis Secundae Flaviae en Rosinos de Vidriales, Cohortis SecunNdae Gallicae en algún lugar de la Gallia, Cohortis Lucensis en Lugo, Cohortis Celtiberae trasladada a Iuliobriga (RetortiIlo, Reinosa), y la Cohortis Primae Gallicae en Iruña-Veleia (Nanclares de Iruña, Álava), además de la Cohors Novempopulana acantonada en Lapurdun {Barbero y Vigil, 1965: 14-21). Lo cierto es que de este acantonamiento de tropas, a modo ellimes hispanicus, quedo configurado, no de una forma tan compleja como los del Rin y Danubio, pero prácticamente similar al de la Mauritania Tingitana.

Respecto a la validez informativa y la importancia documental de la Notitia Dignitatum, elemento básico para el conocimiento de este proceso, nadie tiene la menor duda, ya que supone una información detallada, encargada por el propio emperador, sobre la disposición y localización del contingente militar imperial en el siglo V d. C. y, por tanto, es un fiel testigo de la realidad política del momento. {Neira, 1997: 39)

Hoy se niega la existencia de un limes hispanicus como conjunto de defensas articuladas frente a los pueblos del norte al modo de cualquier de los ejemplos tradicionalmente admitidos, pero se reconoce que el ejercito fue asentado y utilizado en una región que interesaba explotar, primero como elemento conquistador y pacificador y luego como el vehículo idóneo para facilitar su integración en las estructuras imperiales. Ocurre, como es sabido, que a partir del s. III d. C. el Imperio se convierte en un estado de excepción continuo, y este hecho obligó a la reclusión, ahora si, en verdaderos recintos castrenses, de estas guarniciones olvidando así el papel "aculturizador" que tenían encomendado y permitiendo, involuntariamente, que la idiosincrasia de los pueblos septentrionales volviera a provocar un alejamiento del punto de encuentro que tanto se había buscado. Será a partir de la caída institucional del imperio y durante la reconstrucción hispánica por la monarquía toledana cuando su

rja un verdadero limes frente a los citados pueblos del Norte. (Roldan, 1989: 283-285; Lecanda, 1997 e.p., 1998 e.p. y con Palomino, 1999 e.p.)

De este modo, y en virtud de los dos hechos señalados, parece lógico suponer que la turris se corresponde con un momento de control efectivo romano de la zona, allá por el siglo III d. C., fecha en la que incluso se reparan las calzadas principales de la comarca {Abásolo, 1975, 73 y SS. y 142 y 55. Iglesias y Muñiz, 1992), mientras que el gran complejo defensivo se crea en un momento de inseguridad, crisis y transformación, en un momento tardorromano, el siglo V.

El sistema de turris de control y vigilancia en algo frecuente y lógico en las zonas marginales del Imperio o en las principales vías de comunicación y aquí, en concreto, deben formar parte de su sistema articulado del que conocemos otros ejemplos como el ya, citado del desfiladero de la Horadada, sobre el paso.

Durante el siglo V se procede a la ampliación y refortificación del cerro, con una nueva técnica constructiva denominada estilo legionario, incorporando las Últimas novedades poliorcéticas: torres semicirculares proyectadas, escasos accesos al recinto, adaptación al terreno, etc. Esta nueva fase integra en sus estructuras las construcciones anteriores del cerro y, posiblemente, reutiliza y reacondiciona las del desfiladero.

La fortaleza tardorromana tendrá solución de continuidad durante el momento hispanovisigodo, bien datado en el Sector 1, y, en nuestra opinión ya la luz de los datos que hemos presentado, durante toda la etapa postvisigoda y condal, siendo uno de los primeros castillos de Castilla. Su papel e importancia para nosotros, con la localización y caracteres estructurales que hemos reseñado, siempre ha basculado hacia su papel en un sistema de control "fronterizo" y articulador del espacio. (Bohigas, Fernández, Lecanda y Ruiz, 1995,11-12; Lecanda, 1997, 314; quedando bajo la custodia de pequeños destacamentos de caballería auxiliar adscritos a ellas.

Los campamentos estables, alejados de la frontera, no difieren demasiado del tipo de castra descrito por la fuentes clásicas, pero los acuartelamientos de la frontera son de otros tipos, por lo común castella para asiento de tropas auxiliares, generalmente una cohorte o ala, y su emplazamiento, tamaño y técnica constructiva se alternan según las circunstancias espacio temporales. (Cordente, 1992: 324-325)

El tipo de castella más frecuente, posteriores a Diocleciano, se caracterizarán por su delimitación basada en un muro muy fuerte, por contar con una sola puerta flanqueada por torres; las dependencias internas se agrupan detrás del muro dejando un patio central. Las barreras u obstáculos son diversas según el tipo de frontera y de enemigo. (Marín y Peña, 1956: 434-436)

El término castella o castellum responde al diminutivo de castrum y viene a referirse a un recinto fortificado construido para garantizar la seguridad de puentes, vados, vías o defensa de la frontera, o ciudad, se situaban siempre que ello era posible sobre alturas, y se construían básicamente en piedra; estaban provistos de una guarnición generalmente pequeña y generalmente solo jinetes. (Alonso Sánchez, 1988: 23-25) Dentro de esta catalogación inicial cabe distinguir tres tipos entre los castella, a saber: fuertes, fortalezas y fortines; la división tiene, fundamentalmente, una raíz espacial, dimensional, acorde a su funcionalidad.

El tercer tipo son los fortines, pequeñas construcciones -comparadas con las anteriores -, destinadas a proteger algún punto estratégico con un destacamento de auxiliares, protegidos, generalmente por un terraplén, uno o dos fosos, un muro con una sola puerta y construcciones internas muy básicas. Este conjunto de elementos destinados a la defensa del territorio, son, a diferencia de los campamentos de ocupación y conquista, característicos del Bajo Imperio; jalonan las vías de comunicación y los puntos estratégicos, esquema en el que surge la filosofía del limes. (Alonso Sánchez, 1988: 110)

En nuestra opinión, Tedeja, pasaría de un puesto de vigilancia de vías de comunicación entre espacios estructuralmente diferenciados pero integrados, por medio de patrullas en turris, a un modelo de fuerte o fortín de destacamento, de nueva construcción aunque en el sentido de que solo parcialmente afecta estructuras anteriores, de pequeñas dimensiones, por lo general menores de 1 h., y localizados en las fronteras y tanto o mas en las rutas principales de acceso a los limites del Imperio, pensados para pequeños destacamentos de jinetes con funciones de vigilancia, y rara vez documentados en la Notitia puesto que jerárquicamente dependen de los fuertes de guarnición, que son los registrados en ese documento. (Elton, 1996:158)

No se trata de un hecho aislado y sin paralelos en el norte peninsular.

En Olleros de Pisuerga (Palencia), se encuentra el yacimiento de Monte Cildá, relacionado con la Vellicda prerromana y bien conocido en su proceso histórico gracias a las excavaciones allí efectuadas en la década de los sesenta por el Dr. García Guinea. (García Guinea y otros, 1966 y 1973 )

Allí se documenta una secuencia en la que la facies romana se presenta subdividida en dos momentos distintos, el siglo I-II d. C. y el III final, mientras que el germano parecer datarse en el V d.C. Tampoco puede pasar desapercibido en carácter de acrópolis que Cildá tiene desde los momentos prerromanos, y de este carácter militar en el periodo tardorromano son buena prueba los restos arquitectónicos

Ahora bien ¿Ante qué o quién? No podemos olvidar los pueblos del norte, especialmente cántabros, tardía y forzosamente romanizados; tampoco podemos obviar el conflicto social bagauda, tan arraigado entre los vascones, ni prescindir del contexto de crisis y descomposición imperial que permitió las correrías de hérulos y suevos por el Cantábrico, ni dejar de preguntamos si no sería una reacción frente las invasiones germánicas o frente a la presión gala. Los hallazgos de Azkarate ( 1993 y 1994) , muestran un entorno circumpirenáico conflictivo.

Situación fronteriza que sin duda se produce -o reproduce -tras el asentamiento de los visigodos y la constitución del Reino de Toledo, con muestras evidentes en las campañas de Leovigildo (Amaya 574 y Vitoriaco 581 ) , o en la colonización del territorio por Recaredo (Mijangos 586-601) ya pesar de lo cual fue continua la necesidad de control militar en la zona, hasta Rodrigo.

Otras interpretaciones son válidas a priori, pero deben enfrentarse a las realidades materiales de las que disponemos.

Arce (1982, 69-72) propuso que formarían parte de un sistema de defensa fluvial y costero retrasado y, complementariamente, policial sobre los caminos de comunicación con la costa para evitar el paso de piratas.

Fernández Ochoa y Morillo (1992: 344 y 1998 e.p.) han propuesto un nuevo marco interpretativo para explicar el surgimiento de un verdadero plan constructivo militar en época tardorromana; una actuación planificada, adaptada a los más sofisticados avances poliorcéticos y distribuida coherentemente a los fines perseguidos: la protección de las vías de aprovisionamiento y distribución de avituallamiento, annona militaris, para las tropas limitaneas del imperio establecidas allá en Germania.

Tedeja podría responder mejor o peor a cualquiera de estas teorías, que hasta hace pocos años se basaban casi exclusivamente en la información histórica, en la Notitia Dignitatum; ahora, con la aportación arqueológica, ciencia de investigación histórica, el estado epistemológico ha cambiado, ensanchándose.                                       

INTERPRETACIÓN y PARALELOS

La única legión peninsular después de finalizada la conquista, la VII, quedará acampada en el cuartel de León, y contará con cinco cohortes, II Flavia Pacatiana, I Gallica, II Gallica, cohors Lucensis, cohors Celtibera. Interesa destacar sobremanera que la Celtibera fue trasladada de Brigantia a Iuliobriga (Retortillo, Cantabria), y que la I Gallica se asentó en Veleia (Iruña de Nanclares, Alava), situación en la que daría el ejercito romano de época bajoimperial en España hasta su desmembramiento y disolución con las invasiones bárbaras. (Roldan, 1989: 85-86 )

Tedeja responde mejor que a otras hipótesis de trabajo a la necesidad de vigilar y controlar una amenaza o peligro septentrional desde el siglo V, sean estos vascos, cántabros, hérulos, suevos o aquitanos. Lo fue desde su creación, a una escala mas modesta y coherente con la gravedad de la situación, y durante todo su ciclo vital, incluso hasta su desaparición; no en balde Tedeja se sitúa, entre Iuliobriga y Veleia, plazas de realojo de tropas limitaneas según la Notitia. Además, debemos constatar que Tedeja no es un núcleo urbano amurallado ni un campamento fortificado, solo puede entenderse como puesto militar en relación con estas plazas, documentados y consistentes en una recinto amurallado, primero rehabilitando las viejas murallas cántabras, en el siglo III d. C., y luego levantando otras nuevas, más fuertes, en el V d.C.

Éstas se construyen con piedra de sillería, alternadas de vez en cuando con piezas de caliza irregulares, así como con un relleno de piedra trabada con argamasa de cal y arena; toda la muralla asienta directamente sobre el suelo natural, y la altura estimada para el paño exterior es de unos 3 metros, con paseo de ronda interno a una cota de metro y medio. El lienzo cuenta con torres, rectangulares, con lado mayor de entre 5,5 y 6 metros. (García Guinea y otros, 1966: 22-27)

Por fortuna se han producido nuevos descubrimientos y nuevas excavaciones que bien por situarse en latitudes geográficas e interpretativas semejantes, bien por proporcionar materiales y dataciones comparables, permiten ir contextualizando Tedeja. Salinillas de Buradón (Cepeda y Martínez, 1984) o Bernardos (Fuentes, 1996 e.p.) son los ejemplos.

Tal vez no podamos hablar, estruuctu sensu, de limes, -hecho que tal vez debamos reconsiderar desde la aceptación de que sus tipologías, disposiciones y funciones han sido diversas a la largo del tiempo y espacio imperial -pero si de un estructurado sistema defensivo -Iuliobriga, Amaya, Tedeja, Veleia, Salinillas de Buradón -que persigue el control y cierre de todos los forados y desfiladeros que comunican los amplios espacios llanos meridionales, altamente romanizados, con el espacio montaraz precantábrico, romanizado con una intensidad menor, y que ello se constata materialmente en el siglo V.

Por tanto, y para finalizar, podemos afirmar que en Tedeja, forma y función son coherentes entre sí y con los contextos históricos en los que encajan, por tipología, cronología absoluta y paralelismos.                                     

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