Anterior Inicio Arriba Siguiente

Ramón Bohigas Roldán, Roberto Femández Ruiz, José Angel Lecanda Esteban e Ignacio Ruiz Vélez

TEDEJA. UN CASTILLO EN EL NACIMIENTO DE CASTILLA

Premio «Manuel Corchado» 1995

Introducción, Los Antecedentes En El Proceso De Investigación Histórica, Las Intervenciones Arqueológicas En Tedeja, Tedeja: Emplazamiento, Estructuras Y Características, Interpretación Y Contextualizacion, Notas

1. INTRODUCCION

Siempre resulta gratificante observar cómo el interés de personas no profesionales de la Historia puede ser tan perseverante con un fin, el de conocer y recuperar parte de su pasado, del de su pueblo, con lo para lograr que aquello que en principio fuera un sueño de muchachos sea hoy una realidad integrada dentro de un proyecto de investigación en un departamento universitario.

De ello es buena prueba el proceso, paralelo, de localización y conocimiento experimentado por el yacimiento del castillo de Tedeja (Trespaderne, Burgos), protagonizado por unos jóvenes y hoy bajo los auspicios del Departamento de Historia Medieval de la Universidad de Burgos.

Hace ya muchos años, más de veinte, un grupo de jóvenes lugareños, deslumbrados por las historias que oían contar a sus mayores, iniciaron una incesante búsqueda del castillo, del que muchos habían oído hablar pero del que nadie conocía su paradero. Así se inició, en ámbitos no profesionales ni universitarios, esta historia.

Es cierto que, en los círculos académicos, la fortaleza era conocida documentalmente, pero de igual modo que en el caso anterior, nadie podía asegurar su emplazamiento.

Cuando hace catorce años el castillo fue descubierto finalmente por Roberto Fernández Ruiz, ya en solitario y tras siete de búsqueda (tiempo en que localizó un sin fin de yacimientos y restos arqueológicos, como en la Carta Arqueológica de los Partidos de Villarcayo y Sedano (1) puede comprobarse) se había dado, sin que él fuera consciente de ello, un gran paso en favor de la reconstrucción histórica de la Alta Edad Media castellana y, por ende, peninsular.

Sus anhelos y desvelos se vieron compensados cuando en 1992 se pudo realizar, tras diversos intentos previos frustrados, la primera actuación metodológica en «su» castillo. Desde entonces, y hasta la fecha, las intervenciones han sido continuas, programadas y sistemáticas, gracias a la autorización de la Dirección General de Patrimonio Histórico de la Junta de Castilla y León.       

2. LOS ANTECEDENTES EN EL PROCESO DE INVESTIGACION HISTORICA

Como ya señalamos anteriormente, este castillo no sólo era buscado por jóvenes lugareños, sino también por diversos historiadores, desde hace no poco tiempo, y ello merced, fundamentalmente, a que de esta fortaleza se tienen un buen número de referencias documentales, de diversa procedencia y diferente fiabilidad. Comienzan tempranamente y se prolongan en el tiempo, de forma discontinua e inconexa, durante casi cinco siglos (790-1366 d.C, aproximadamente).

La mención documental más antigua que se puede relacionar con Tedeja la encontramos en la donación del abad Alejandro Quelino al monasterio de San Juan de Cillaperlata, subtus Tetelia (2). Es cierto que dicho documento despierta recelo entre algunos investigadores, pero ahí está.

Ya en el siglo X, el año 934, vuelve a ser mencionado en el famoso documento conocido como los Votos de Fernán González al Monasterio de San Millán de la Cogolla (3), documento apócrifo del siglo XII, pero que a pesar de ello es más que posible que contenga en su redacción datos que efectivamente se correspondan con aquella lejana época.

En el siglo XI abundan las citas referidas a Tedeja y especialmente para relacionarnos los diversos señores de lo que ahora es la sede de una Tenencia, órgano de vital importancia en la nueva configuración espacial del territorio (4); ahora procede la documentación en su mayor parte del cartulario del monasterio de San Salvador de Oña, aunque no son extraños los procedentes de otros como el de Santa María de Valpuesta.

En 1035 se cita el Alfoz de Zetelia (5); en 1040 se trata de una cita a su señor, Senior Fortun Lopiz cum Tetegilla (6), y continua con tal calidad en 1043 (7), 1044 (8), 1046 (9), 1048 (lO) y 1049 (11).

A mitad de siglo, en 1050, vuelve a ser citada la fortaleza, Tetegia, en una donación a Valpuesta (12) y cuatro años más tarde, en 1054, estaba bajo el señorío de Galindo Bellacoz, vasallo del rey Fernando I (13). Ahora Tedeja no sólo aparece como cabeza de un Alfoz, sino también como la sede militar de toda Castilla Vieja.

De 1067 tenemos dos documentos en los que aparece Tedeja; en uno de ellos se nos cita a Flaino Oriolez nominator Tetilie (14), mientras que el otro es un privilegio del rey Sancho II (15) donde se cita junto a otras localidades próximas.

En lo que resta de siglo volveremos a tener noticias del castillo, merced a la aparición de sus posesores como protagonistas o testigos de diversos documentos: en 1073 será Bermudo Vermudez {16), en 1082 el conde Gundisalvus {17), en 1095 Didaco Sanxoz {18), lo mismo que en 1099 {19).

 

Foto 1.-Situación y emplazamiento del castillo de Tedeja dominando la entrada al desfiladero de Oña y el acceso al sinclinal Villarcayo-Medina.

Durante el siglo XII, sobre manera en sus primeras décadas, continúan apareciendo referencias a los señores titulares de la tenencia del castillo, pero a medida que avanza el tiempo, como se desprende del análisis de las citas, las menciones irán adquiriendo un contenido más específicamente toponímico, como nombre de lugar o división administrativa, sin mención ya a sus titulares. Ello pudiera deberse al final de ocupación del castillo o a la pérdida de su importancia estratégica.

En 1101 Senior Didadco Sancii in Termino et Tedegia, como en 1106 y 1109 {20); en 1121 su señor es Enneco Lopez, como en 1132,1133,1134 y 1137 {21), con una jurisdicción sobre Mena, Castilla {Tedeja) y Bureba (Término)

En 1186 aparece Tedeja como alfoz {22), y en 1187 se citan molendi nos de Tedeia {23), mientras que en 1187, en una donación del rey Alfonso VIII al monasterio de Oña, lo citado es una era {24).

Esta orientación toponímica que se refleja en el nombre del lugar habitado y en la referencia al Alfoz, sigue presente en las cada vez más escasas citas correspondientes al siglo XIII, en las que al castillo ya no se le menciona ni indirectamente, sino como demarcación administrativa de la que antaño había sido centro.

Así, en 1202, el rey Alfonso VIII concede a Oña la villa de Mijangos, en Castilla Vieja, sitam in alfoz de Tudeia {25).

En 1251 y 1258 vuelve a ser citado en el cartulario de Oña {26) como toponimo.

No contamos, a partir de este momento, con muchas más referencias de Tedeja. Si es cierto que todavía en 1366 el rey hacía donación de todos sus derechos en el Alfoz de Tedeja a Pedro Gómez de Porras.

Pueden ser consideradas como las últimas notas, muy indirectas ya, a la existencia de este castillo las que don Lope García de Salazar recoge en sus «Bienandanzas...» {27).

A la luz de estos datos, y como es fácil comprender, varios han sido los historiadores que sobre Tedeja han hablado, pero siempre a nivel teórico ya que lo hicieron, en todos los casos, sin conocer su exacta localización y, por ello, sin conocer sus más mínimas características. Esto no debe extrañarnos, porque como Inocencio Cadiñanos señala: «hoy día. .. con dificultad la localizan los lugareños» {28).

Es más, tanto este autor como incluso uno de nosotros antes de nuestra participación {29), situaban este castillo en la orilla derecha del Ebro, allí donde existe el topónimo menor de Valdecastro.

Es decir, cualquier historiador o arqueólogo que enfocara su actividad al período altomedieval en esta comarca sabía de la existencia de estas citas, de su importancia y de lo fundamental que resultaría el conocimiento de esta fortaleza por diversos motivos, entre lo que señalaremos, sin ánimo de ser exhaustivos y como áreas genéricas de investigación capaces de comprender, a su vez, los siguientes temas puntuales:

1. Origen del núcleo primigenio castellano.

2. Sistemas defensivos regionales de repoblación y su distribución espacial.

3. Posibles pervivencias de estructuras y funcionalidad anteriores, visigodas o romanas.

4. Organización y jerarquización del territorio.

5. Características poliorcéticas de los primeros castillos de Castilla. Tipologías.

6. Aspectos diversos de civilización material.

7. Vías de comunicación y sus caracteres económicos y militares.

8. Estructuración social, orígenes y características de las jerarquías locales.

9. Etapas y razones de la sedentarización habitacional. Tipos de agrupaciones.

Dicho de otro modo: resulta de todos conocido que esta tierra, que durante cierta época se denominó Bardulia, pasa a ser designada, documentalmente a partir del siglo IX, como Castilla; todos los autores coinciden en interpretar este topónimo como el fiel reflejo de una realidad material caracterizada por la asombrosa abundancia de recintos y construcciones defensivas.

A pesar de ello los «castillos» de la más vieja Castilla nos son, todavía hoy en día, unos perfectos desconocidos ya que no podemos caer en el error histórico de considerar los no pocos restos y elementos castillológicos existentes en la zona como un producto de esta época.

Por ello,pocos han sido los historiadores que han tratado de acercarse al tema, e incluso al período, sin duda desalentados por la falta de su materia prima, los documentos, y ante la evidencia de no conocer físicamente ninguno de esto castillos (30).

Sólo desde la perspectiva arqueológica se ha producido un acercamiento real a este tema. Los trabajos de Avelino Gutiérrez en Asturias y León (31), los de Ramón Bohígas en Cantabria (32) o los de los múltiples discípulos de Manuel Riu en Cataluña (33), han servido de guías metodológicas. En todos ellos se nos muestran tipologías castreñas donde la simplicidad constructiva y estructural es una constante; tampoco resulta extraño el documentar ocupaciones previas de funcionalidad similar (34), características todas ellas que parecen tener fiel reflejo en Tedeja.

Posiblemente gran número de esos castillos serían pequeñas estructuras de tierra y madera, también frecuentemente con técnica semirrupestre, de reducidas dimensiones y en la totalidad de los casos situadas en puntos estratégicos y de sobresalientes defensas naturales -peñas bravas-. Se trata de puntos de observación y defensa, sin carácter ofensivo. Prácticamente todas ellas han desaparecido y, en el mejor de los casos, sólo una cita documental o un topónimo hacen perdurar su recuerdo.

El interés de Tedeja, ya a la vista de lo expuesto obvio a todas luces, se veía incrementado, si cabe, por el abundante mundo legendario que lo envolvía, tal vez incrementado por su no localización... ..

Desde la pertenencia de esta fortaleza al Duque Pedro de Cantabria, paladín y pionero de la Reconquista, hasta el de ser éste su lugar de enterramiento, pasando por ser escenario de sangrientas batallas como la del Negro Día o la de La Paja (35) y todo ello sin olvidar que hay quien cree (36), no sin cierto fundamento, que era en este punto geopolítico en el que pensaba el monje de Arlanza cuando escribía:

«Era Castiella Vieja un puerto bien Çerrado,non avie mas entrada de un solo forado,tovieron castellanos el puerto bien guardado, por end' de toda España esse ovo fincado.» (37)                                                         

3. LAS INTERVENCIONES ARQUEOLOGICAS EN TEDEJA

Quienes estas líneas suscriben tienen el privilegio de ser los responsables directos de los diversos trabajos llevados a cabo en este castillo. Dichas labores se realizaron siempre a la luz de la normativa vigente (38) y, por lo tanto, bajo la autorización explícita de la Consejería de Cultura y Turismo de la Junta de Castilla y León, a través de su Dirección General de Patrimonio Cultural.

Debe señalarse también que desde 1994, el Área de Conocimiento de Historia Medieval de la Facultad de Humanidades y Educación de la Universidad de Burgos se ha convertido en avalista del proyecto y por ello en la institución científica que lo integra en el mundo universitario.

Hasta la fecha se han practicado cuatro intervenciones arqueológicas en el yacimiento, en los años 1992, 9993, 1994, y 1995.

Durante los dos primeros años se realizó lo que técnicamente denominamos labores de prospección, limpieza y delimitación del yacimiento, así como tareas de consolidación de las escasas estructuras arquitectónicas emergentes.

 

Foto 2.-Emplazamiento del castillo en la culminación del cerro cónico. Vista desde el norte, probable vía de acceso original.

Este trabajo era condición previa a cualquier otro tipo de actuación ya que el descubrimiento de las ruinas del castillo (labor más que meritoria a juzgar por el emplazamiento, la topografía del terreno y su cobertura vegetal y teniendo en cuenta que en esas fechas no había ni el menor resto constructivo a la vista, ya que los escasos restos expuestos antes de 1992 lo eran en virtud de haberse realizado «catas» , no por técnicos, para verificar la certidumbre del hallazgo) no implicaba el conocimiento de sus estructuras, ni su extensión, ni sus materiales, formas, disposición...

Así pues, los trabajos de los dos primeros años consistieron fundamentalmente en la deforestación y el desbroce del impenetrable monte bajo que cubría todo el cerro, fundamentalmente pino de repoblación en la ladera y especies varias, encina y roble albar, boj y otras, que responden al estadio natural de este tipo de bosque climático de características marcadamente mediterráneas, en la cumbre del mismo. Debe señalarse que desde el primer momento se intentó ser respetuoso con el medio natural, hecho que se veía facilitado por la no recuperación vegetal de la extensión quemada unos años antes; respecto a la masa arbórea viva, ceñida a la zona más alta del cerro, nuestra actuación afectó fundamentalmente a ejemplares de Quercus Ilex y de Quercus Pyraenaica, practicándose una ligera entresaca y la limpieza de matorral.

El objetivo de esta limpieza era el de crear una banda rectangular, libre de vegetación, tan larga como la identificación de la línea de murallas permitiese, siempre merced a su reconstrucción con base en la topografía del terreno y el reconocimiento de canchales, y tan ancha como para tener la disponibilidad de situarnos dentro y fuera del recinto, única forma de poder efectuar una prospección sistemática e intensiva en el yacimiento.

Todo ello ocurría, en 1992, en el flanco norte del castillo, con orientación SQ-NE y afectando a una superficie aproximada de 2.100 metros cuadrados. Este lienzo norte había sido el descubierto, justamente en uno de sus extremos, siendo el único mínimamente reconocible como para constituirse en punto de partida. Este hecho fue tempranamente revalidado al comprenderse la envergadura y características de sus elementos constitutivos.

Ese mismo año se identificó el trazado, desbrozándose al tiempo, de las estructuras del conjunto por el levante. Con una orientación NW-SE se acondicionaron unos 900 metros cuadrados.

Durante 1993, en la segunda intervención, se pretendió continuar con la delimitación del perímetro defensivo de la fortaleza, acondicionándola para que fuera factible realizar mediciones y levantamientos topográficos, obtener documentación fotográfica y, en definitiva, para juzgar el dónde y cómo proceder a realizar tareas de excavación arqueológica en sentido estricto.

 

Foto 3. Vista del desfiladero de La Horadada desde el castillo controlando el paso a través de él.

 

Foto 4 -Vista del apilamiento de piedra de la muralla derruida y la cobertera vegetal antes de las labores de desbroce (pocos años antes estuvo bajo los efectos de un voraz incendio

Se trabajó en el levante y en el poniente del recinto hasta lograr delimitar las estructuras en estas dos zonas, haciéndose también la prospección de la zona meridional, pero sin que hasta la fecha se hayan obtenido resultados positivos en cuanto a la identificación de los posibles elementos arquitectónicos que cierran el recinto por este sector. En cualquier caso, y conjugando diversas hipótesis, nos encontramos ante un espacio castrense de más de 5.000 metros cuadrados, muchos de los cuales son aptos para una ocupación habitacional interior. La superficie total del área, tanto de la afectada por nuestras intervenciones preliminares como de la identificada como parte integrante del conjunto, alcanza los 7.000 metros cuadrados.

A la luz de los datos obtenidos en estas dos campañas, que tenían por objetivo delimitar el perímetro defensivo del castillo, se procedió a solicitar el correspondiente permiso de excavación, ya a través de la Universidad de Burgos.

En 1994 se realiza la primera campaña de excavación sistemática y metódica, con unos criterios consistentes en la utilización de un método estratigráfico y en área abierta. aunque con un sistema de cuadriculación cartesiana del terreno para permitir la toma de referencias. Se registran individualmente todos los procesos estratigráficos, sean naturales o antrópicos, y con referencia a ellos se registran, también, los materiales lo calizados. Se trata del. arqueológicamente hablando, denominado método Harris (39), que tiene la ventaja de permitir, mediante un sencillo gráfico, la representación de la secuencia estratigráfica y por ello de la cronología relativa del yacimiento.

Se delimitó una zona de 4 por 16 metros, en dirección N-S, en sentido interior perpendicular a las supuestas estructuras septentrionales del recinto, aparentemente las más potentes y complejas y se pretendía con ello, en primer lugar, confirmar la existencia de tales estructuras (que se detallarán en el capítulo siguiente), así como conocer, en segundo lugar, la potencia de los estratos y sus características.

En este sentido debemos señalar que la secuencia no es demasiado compleja y tampoco está muy alterada por procesos antrópicos postposicionales, lo que no resulta extraño si se considera su temprano abandono, su no reutilización en la modernidad ni en la contemporaneidad y lo abrupto de su emplazamiento que lo ha hecho poco propicio para otro tipo de explotación más allá de la natural del bosque.

 

Foto 5. Vista del talud de la muralla después de las labores de desbroce. A la derecha el arranque del foso.

Se identificaron, al exterior del recinto y entre el lienzo de muralla y el borde del foso, dos etapas de derrumbe, bajo el manto vegetal y directamente sobre el suelo geológico, uno a continuación del otro.

También durante esta campaña se ha procedido al levantamiento topográfico de este sector, único en el que fue posible dadas las limitaciones económicas.

Una vez finalizadas estas actuaciones, y entendiendo en cualquier caso lo limitado de nuestro conocimiento y, en consecuencia, la imposibilidad de que nuestra interpretación pueda ser considerada como una conclusión definitiva, podemos afirmar muy pocas cosas con rotundidad pero también debemos decir que poco tenemos que corregir y en poco debemos modificar nuestras iniciales hipótesis sobre Tedeja, de ahí que escribamos estas líneas.                                                                 

4. TEDEJA: EMPLAZAMIENTO, ESTRUCTURAS y CARACTERISTICAS

4.1. El emplazamiento

El castillo de Tedeja se encuentra en el término municipal de Trespaderne, Burgos (Partido Judicial de Villarcayo), asentado sobre un cerro

calcáreo (721 metros) de perfil cónico que domina la entrada noroccidental del desfiladero formado por el río Ebro al atravesar el anticlinal de la Tesla (1.332 metros Peña Corba), desde el valle de Valdivielso al sinclinal del Nela Trueba, concretamente a los valles de Cuesta Urría y Tobalina.

Su dominio visual alcanza, por tanto, a la mayor parte del desfiladero de La Horadada -que continuando en el anexo del Oca enlaza Las Merindades con La Bureba-, y la práctica totalidad de la cuenca fluvial del Nela, que corre en dirección NW-SE. Por el noreste el límite del territorio controlado lo conforman las estribaciones que separan este valle del de Losa, donde el Río Jerea se convierte en su drenaje natural. afluyendo al Ebro en un punto distante del castillo escasamente dos kilómetros y, además, visible desde el mismo.

Por las unidades comarcales antes citadas han discurrido históricamente varios caminos, prácticamente naturales, de relevancia comarcal y regional y de utilización secular .

El primero sería el camino que desde la costa cantábrica y la cabecera del Ebro se dirigía hacia tierras riojanas; el segundo es el camino que desde Burgos, por La Bureba, se dirigía a los puertos de Los Tornos y El Cabrio para acceder, respectivamente, a las bahías de Santoña-Laredo y del Nervión.

Como una variante del camino de El Cabrio debe incluirse el ramal que desde la zona de Balmaseda y Sopuerta (Bizkaia) iba, en época romana, a la colonia Flaviobriga (Castro Urdiales, Cantabria) (40).

Una tercera ruta dominada desde este cerro, y por ende desde el casti110, es la que por el valle del Jerea remontando su curso accede, a través de la Peña Angulo, a la cuenca hidrográfica del Nervión por las alavesas tierras de Ayala.

Como ya indicamos anteriormente, la antigüedad de todas estas vías de comunicación puede remontarse, sin temor a equivocarnos, al mundo de la romanidad, pero sin dejar de tener en cuenta que muy probablemente las rutas imperiales se esta establecieron siguiendo trazados precedentes de los pueblos prerromanos.

 

Foto 6. Vista del Torreón núm. 1 en el ángulo de los muros NW y SW antes de iniciarse el proceso de excavación. Parte del paramento externo estaba al descubierto.

Respecto a la red hidrográfica, sobre la que ya hemos realizado algún comentario, debemos señalar que tanto el Ebro como su afluente el Nela besan la falda del cerro, el primero por su flanco meridional y el segundo por el levante. La horquilla que forman en su unión es controlada desde aquí y constituye, en sí misma, un importante elemento defensivo casi paradigmática de una acrópolis tipo castro.

Las coordenadas de su posición, referidas a su cumbre, son:

X = o° 17' lO" E (Meridiano de Madrid)

y = 42° 47' 50" N

Z -721 m.s.n.m.

Cartográficamente podemos localizarlo en la hoja número 136 (Oña) de las del Servicio Geográfico del Ejército, serie L, escala 1:50.000.

4.2. Descripción de las estructuras

Una vez delimitada la zona y realizadas en ella unas previas e intensas labores de desbroce, fueron identificadas, en superficie, la planta de algunas de sus estructuras, confirmando nuestras hipótesis preliminares respecto al tipo de elementos defensivos principales de su flanco noroccidental, el más accesible a la luz del emplazamiento típicamente castreño que señalábamos con anterioridad (cerro cónico de fuertes pendientes, cursos de agua que lo protegen por varios de sus lados, emplazamiento estratégico desde el punto de vista militar y económico...).

Las líneas que ahora presentamos deben ser entendidas como un adelanto y deben ser tenidas en cuenta, por consiguiente, bajo las siguientes premisas: en primer lugar que afectan sólo y parcialmente a las defensas de la zona que ya hemos indicado; en segundo lugar, que se corresponden con el sistema defensivo perimetral y externo del recinto y, en tercer y último lugar, que constituyen una pequeña muestra del amplio espectro que posiblemente se nos muestre en Tedeja, debido a su complejidad estructural, sus remotos antecedentes y su prolongación en el medioevo.

 

Foto 7. Vista del derrumbe de la muralla en el Torreón núm. 2 (.) Ia antemuralla ( * ) y el arranque del foso a continuación .

El cerro se encuentra circunvalado por un muro que adaptándose a la topografía del terreno, se sitúa, en general, por debajo de la cota de los 700 metros. Esta tendencia no puede mantenerse de forma continuada por la propia orografía pero tampoco perdura en estos parámetros por las distintas necesidades poliorcéticas de sus constructores.

En el flanco NW encontramos un muro de mampostería gruesa, trabada con argamasa de cal y arena, compacta, formado a modo de caja, es decir, con dos paramentos exteriores alineados y homogéneos y un cuerpo interior compuesto con mayor proporción de argamasa y con un menor tamaño de las piedras de su relleno. La mayor parte del material pétreo es autóctono, fundamentalmente calizo, aunque no es extraño encontrar algún material arenisco e incluso toba. La fábrica del muro se apoya directamente sobre el suelo geológico, sin zanja de cimentación, sobre una ligera capa de argamasa.

Este muro dispone de al menos cuatro cubos, con el mismo tipo de aparejo, de planta semicircular aunque el más occidental de todos, tal vez por ser esquinero y vértice de un fuerte giro del lienzo de la muralla, resulta claramente ultrapasado, conformando así, en planta, un arco de herradura frente al medio punto de los restantes. (A efectos de claridad expositiva y en relación con los planos adjuntos, los torreones fueron numerados correlativamente, de oeste a este, a partir del número uno, que le correspondió a éste.)

La disposición de estos cubos no resulta equidistante, como al parecer tampoco sus dimensiones ni su radio, siendo en la práctica cada uno de ellos distinto al resto y en gran medida condicionado cada uno tanto por su posición física sobre el terreno (pendientes, afloraciones rocosas, accesibilidad) como por su funcionalidad militar respecto al conjunto (control y vigilancia, defensa de los accesos); en el caso del torreón número 2, afectado por nuestro proceso de excavación arqueológica, podemos afirmar que su avance respecto al lienzo supera los cuatro metros.

La torre número 1 ofrece unas dimensiones, tomadas en la luz del arco de su planta, de 7,5 metros. la número 2 casi 10 metros, la tercera unos 6 metros y la cuarta puede llegar a los 6.5. Hay que señalar que sólo en el caso de la torre 1 puede considerarse la medición segura, ya que en los restantes casos la medida ha sido tomada con base en su identificación a través de sus taludes y canchales.

Como indicamos líneas arriba, la distancia entre torres tampoco es homogénea. Así, la primera y la segunda sólo distan 8 metros, mientras que entre ésta y la tercera se alcanzan los 15,5 metros y entre ésta y la cuarta, última del flanco norte, encontramos un paño de 26 metros.

Técnicamente tanto el lienzo como los cubos son producto de la misma fábrica, encontrándose perfectamente imbricados sus aparejos.

La longitud de este lienzo supera, por tanto, los ochenta metros y su ubicación lo dispone como frente de resistencia al lugar más vulnerable del cerro -mayor cuanto más al oeste nos situemos, de ahí el porte y proximidad de los torreones uno y dos ya que el resto de las vertientes están formadas por fortísimas pendientes tanto como para calificarlas de precipicio en su zona más occidental o en su extremo sureste.

Por esta razón de la menor defensa natural, este lienzo de muralla y sus cubos se complementan con otros elementos defensivos de no menor interés militar, aunque arquitectónicamente no sean comparables.

Inmediatamente a continuación de la muralla se documenta un aterrazamiento, paralelo y anexo a la muralla por el exterior. Aterrazamiento que pretende aprovechar las condiciones del terreno pero que también es producido mediante el relleno con el fin de lograr esa horizontalidad de cotas. La anchura del mismo oscila, siendo de entre 6 y 8 metros entre los torreones 3 y 4, pero doblándose casi entre los torreones 1 y 2, justamente allí donde la proximidad entre torres es más cercana (8 metros) y su envergadura mayor.

Esto nos llevó a pensar en la posibilidad de que el acceso al interior del recinto se practicara por este punto, que además, como ya dijimos, se sitúa en la parte más elevada de la pendiente, pero después de la excavación debemos desechar esta hipótesis. También se debe dejar de tomar en consideración la idea de que el citado aterrazamiento constituyera un camino de acceso, diseñado para ser defendido desde el paseo de ronda de las murallas aprovechando su prolongado trazado y su ligera, pero continua, pendiente.

Este aterrazamiento se completa con una nueva estructura, que es en realidad la que le dota de sentido y la limita: se trata de un foso, en sección de U, aunque hoy prácticamente irreconocible debido a su colmatación. La anchura estimada del mismo es de unos 12 metros, situándose justamente antes del ya mencionado aterrazamiento. Esta no es continua ni homogénea, siendo menor allí donde la pendiente del terreno hace más difícil el ascenso y )a aproximación al castillo; en el extremo oriental de este flanco norte, ante de girar la muralla, el foso parece terminar justamente aprovechando una cresta rocosa aflorante.

La profundidad del mismo nos resulta imposible de determinar, pero tal vez no fuera excesiva. Si la llegada hasta el mismo suponía un fuerte ascenso, que se vería posiblemente dificultado con un talud terrero previo, creado por el simple acarreo del material vaciado del foso, sobre sU cara interna, la más próxima al castillo, en el frente de la plataforma de aterrazamiento que hemos descrito. encontramos una cortina de mampostería, a hueso o al menos no trabada con argamasa, aunque es posible que lo fuera en sus orígenes con tierra y barro, que bien como frente y calce de la terraza o bien como antemuralla (lo que de momento no podemos asegurar dada la no existencia de restos con alzado por encima de las cotas actuales) supondría un último escalón previo a la muralla de no fácil superación, máxime cuando supone un campo de tiro fácil de batir para los defensores.

 

Foto 8. Vista del Cuadro 284/208, primero en ser excavado, junto al Torreón núm. 2. Campaña de excavación 1994.

Son ciertamente pocas las estructuras que conservamos sobre la cota cero actual, pero entre ellas destaca el torreón número 1 ya que, aún cuando sólo sea de forma parcial, podemos observar como mantiene alzados superiores al metro y medio, y ello a pesar de que no ha sido medido desde el nivel de suelo original... En el resto de los casos encontramos a lo sumo afloraciones a nivel del suelo actual, salvo en los casos de la antemuralla que debido a su forma ha podido mantener un frente visible, entre vegetación, de entre 50 y 70 centímetros.

Con el proceso de excavación, que pese a todo siempre afecta a superficies mínimas como es fácil de entender, hemos logrado documentar alzados en la muralla superiores a los dos metros... De igual modo hemos logrado medir su anchura: 1,70 metros.

Si estas estructuras se documentan en la zona septentrional, otras, de menor envergadura y acordes a las facilidades defensivas propias del terreno, han sido halladas e identificadas en otros sectores.

En el lado de poniente, donde el cerro presenta el más abrupto de los cortes, alzándose unos 80-100 metros sobre el río Ebro y el desfiladero que conduce a Valdivielso y a la Bureba, un lienzo de muralla, simple y sin torreones (por lo menos no documentados por el momento, aunque es casi seguro que no los haya pues no son necesarios en absoluto), partiendo del torreón 1 conduce hasta una torre, de planta cuadrangular y de posible calificación como atalaya o punto de vigía.

 

Foto 9. Vista de la muralla y el arranque del Torreón núm. 2 cuando se iniciaba el nivel3. La altura de la muralla conservada no llega a los dos metros. La foto corresponde al área excavada en la campaña del 94

A partir de ésta y en dirección sur no parece exista rastro alguno de muro, pero la accesibilidad es absolutamente nula desde el exterior.

De igual modo las estructuras arquitectónicas localizadas por el levante responden a esta relación proporcional de dificultad natural-sencillez constructiva. En este sector la pendiente del terreno es muy fuerte aunque sin llegar a ser un precipicio como en el sector anterior, salvo en puntos muy concretos. Además de fuerte es muy prolongada con lo que las posibilidades de sorpresa e incluso de ataque son casi nulas.

Aún así, también en esta zona encontramos refuerzos artificiales, consistentes en principio en un lienzo simple de muralla, de espesor poco definido ya veces condicionado por el hecho de situarse físicamente sobre una veta rocosa aflorante en sentido norte-sur, es decir, en sentido transversal a la pendiente.

Por lo que respecta al flanco meridional, que desciende directamente hasta el río, quedan muchas dudas por resolver, ya que, por el momento, es el lado menos conocido desde todos los puntos de vista.

En primer lugar porque no llegó a ser talado y desbrozado, por razones de imposibilidad material y temporal, así como por un deseo ecológico de conservación de especies arbóreas autóctonas. También ha influido el hecho de que se trate de una ladera de relativa amplitud, conformando un pequeño vallejo delimitado por las dos afloraciones rocosas que delimitan el cerro por el Este (la citada en el párrafo anterior) y el Oeste (la que configura el precipicio donde se halla la torre cuadrada) y que alcanzando el río en épocas pretéritas, ya que hoy han sido parcialmente cortadas tanto para trazar la carretera como para el tendido del ferrocarril Santander-Mediterráneo, suponían de forma natural dos «muros» protectores en medio del desfiladero entre los que se encontraba este vallejo.

Otra razón fue el localizar, en el interior del espacio castreño, una serie de terrazas escalonadas orientadas hacia el mediodía que tuvieron la consideración de cierre por este sector. Esta opinión no satisfizo a la totalidad del equipo director, ya que hubo quien consideró que dada su lejanía respecto al desfiladero y su poca consistencia para defender la menos difícil de las laderas, excepción hecha de la norte, más debían considerarse bajo la posibilidad de ser una zona de habitación interna que bajo la de constituir un elemento poliorcético relevante. Se da también la casualidad de que estas terrazas constituyen el mejor de los pocos espacios habitables del interior de este gran recinto, por lo demás muy abrupto e irregular.

Analizando estos datos y procediendo a comparaciones metodológicas parecen detectarse ciertos paralelismos con otros recintos de este tipo, aunque todavía siguen siendo muy' pocos los conocidos.

Así el castillo altomedieval de Camargo (Cantabria), excavado y bien conocido, en poco más que en sus dimensiones internas se diferencia de éste, y lo cierto es que Tedeja. con un recinto estimado de 5.000 metros cuadrados, constituye una anormalidad solo entendible si se considera que una de las principales funcionalidades de este tipo de construcciones es la defensa de la población del territorio, así como de sus bases económicas, fundamentalmente ganaderas en esa época. Tampoco puede descartarse y menos a la luz de la calidad de Tenencia que Tedeja disfrutará en el siglo XI, que esta fortaleza también pudo servir como cabeza de puente, lugar de arribada para diversas tropas y guarniciones, para concentrarse a las órdenes de su señor y emprender campañas y algaradas contra musulmanes primero y entre navarros v castellanos más tarde.

Por lo demás, y como señalábamos, sus emplazamientos buscan fuertes defensas naturales las fábricas humanas las complementan con técnicas sencillas y materiales locales la habitabilidad es escasa y por ello deducimos que sus guarniciones residentes nunca debieron ser numerosas                                                                                  

5. INTERPRETACION Y CONTEXTUALIZACION

Dado lo limitado de nuestra intervención arqueológica en el aspecto espacial resulta lógico el contar con escasos materiales procedentes del yacimiento, materiales que una vez estudiados y analizados nos ayudan a comprender el pasado histórico; estratigrafía y. restos materiales son condiciones obligadas para la Arqueología.

Con anterioridad a nuestra primera actuación de limpieza. Tedeja ya había proporcionado materiales cerámicos, materiales que sirvieron para la identificación y localización del yacimiento aun cuando no fueron localizados en sentido estricto dentro del recinto que anteriormente hemos señalado.

A menor altura sobre el desfiladero y más próximo físicamente a él se localiza un crestón rocoso denominado Peña Partida, calificación que denota una característica obvia producto de las necesidades surgidas en el primer tercio del presente siglo cuando se procedió a ensanchar la carretera que viene de Oña.

En esta peña, acondicionada artificialmente en su cota más alta para crear una pequeña plataforma cuadrangular, fue donde se localizó diverso material cerámico destacando especialmente Terra Sigilata tardorromana.

Ya en el propio yacimiento, y durante una de las campañas de limpieza, fue localizado en superficie un fragmento cerámico de interesantes características que permiten identificarlo como un fragmento de dolium o gran vasija cerámica para almacenaje con una cronología tardoantigua, que abarca del siglo IV al VI d.C. Esta afirmación resulta posible gracias a los paralelos existentes en latitudes similares a la nuestra, tanto en tierras alavesas, como cántabras y palentinas.

Durante el pasado año y ya con excavación propiamente dicha, los materiales rescatados fueron más numerosos, aunque debe señalarse que dada la ubicación de la zona abierta, al exterior del recinto, cabría esperar que este número tampoco fuera sorprendente.

Destacan media docena de fragmentos cerámicos (uno de los mejores materiales arqueológicos dado que suelen servir como fósil director , permitiendo la asignación cultural y el establecimiento de cronologías relativas ya que las absolutas sólo se consiguen con análisis radiocarbónicos sobre materiales orgánicos).

En la mayoría de los casos son cerámicas a torneta, cocidas en ambientes reductores y en consecuencia con pastas de coloración grisácea aunque en algunos casos la postcocción oxidante las ha dotado de ciertos colores más ocres y claros en su superficie, suelen tener finos desgrasantes micáceos y no resulta extraño que por su cara externa presenten un fino engobe oscuro.

 

Foto 10.-Límite del área excavada a la izquierda de la foto anterior. Corresponde con la antemuralla cuyos restos se aprecian en la exposición.

Si bien es cierto que poco podemos decir dado lo escaso del lote, si parece posible afirmar que se encuentra dentro de un mismo mundo técnico y estético que ajuares mejor conocidos de Alava, Burgos, Cantabria y Palencia, con características comunes como son su fabricación con torneta o torno lento, su cocción reductora, su acabado a base de alisados o con motivos ondulados estriados, etc. (41).

De ello parece posible concluir que se trata de materiales claramente alto medievales con una cronología amplia comprendida entre los siglos VIII y XII.

También por comparación con otros yacimientos mejor conocidos podemos señalar que el análisis de la textura del mortero, el tipo de aparejo y los sistemas constructivos usados, nos hablan de un parentesco claro con lo descubierto, por ejemplo, en las estructuras defensivas del castillo de Camargo (Cantabria), para el que se dispone de dataciones absolutas logradas por C14 que lo remontan a los inicios de la segunda mitad del siglo VIII de nuestra era (42).

Extraer de lo expuesto alguna conclusión segura y definitiva es simplemente imposible. Sólo se puede asegurar que entre lo hallado no existe nada que, por ahora, obligue a desechar la posibilidad de una datación altomedieval, que como ya hemos visto se nos esboza a través de las fuentes documentales y parecen ser admitidas por todos los historiadores cuando coinciden en que estas tierras nunca fueron despobladas y. constituyeron en sí el germen del condado de Castilla (43).

Este castillo debió ser, allá por los siglos IX y x, un centro geopolítico de máxima importancia y admitir que su construcción, si no anterior, pueda estar vinculada a las promovidas por

Alfonso I de Asturias para guarnecer la frontera oriental de su reino es, por ahora, una hipótesis razonable.

Hemos insinuado la posibilidad incluso de que Tedeja tuviera unos antecedentes previos a la Alta Edad Media y no lo hacemos de forma gratuita.

Ya indicamos anteriormente que muy próximo al castillo, pero sobre el mismo desfiladero, fueron localizados en la plataforma semirrupestre en Peña Partida, materiales adscritos con absoluta certeza a época bajo imperial romana. Por su situación geográfica y topográfica, por su planta y por los restos conservados. podemos pensar razonablemente en que en este lugar se localiza un punto de control, tipo turris, cuya misión sería velar por la seguridad del valle del Nela; esta torre estaría relacionada e integrada con un sistema mucho más amplio que afectaría a todos los pasos y desfiladeros que permiten el acceso a regiones tan romanizadas como La Bureba burgalesa o la Llanada alavesa. Estos puntos de control garantizarían la seguridad de estas zonas «marginales» del Imperio, permitiendo su explotación económica (en este caso agroganadera y minera de sal, a juzgar por los yacimientos romanos localizados en las inmediaciones, con villas como la de San Martín de Losa o la de Salinas de Rosío) y su conexión a traves del sistema viario secundario señalado en los capítulos precedentes. Son estas tierras de frontera, expuestas a las frecuentes correrías de los pueblos septentrionales de la Península durante la época de germanización, tal y como las fuentes históricas señalan.

Aún hoy no ha quedado resuelta la polémica de si existió o no un limes o frontera militar de los visigodos frente a los pueblos del norte (44); esto no es de extrañar dado lo poco conocida que resulta, en todos sus aspectos, la tardorromanidad y la transición al medioevo.

Existen ciertamente varios restos de tipología y cronología visigoda en las inmediaciones de Tedeja.

Así en el cercano monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata, ex cavado por Josefina Andrío y Ester Loyola (45), se documentó un nivel inferior claramente prerrománico y para las arqueólogas, ya la luz de otros materiales rescatados, posiblemente visigodo.

A este mismo momento crono cultural ha sido asignada la lauda sepulcral, publicada a principios de siglo (46), procedente de Tartalés de Cilla y de su desaparecida ermita de San Fermín.

Por último, y en relación con esta posibilidad, existe una inscripción consacratoria procedente de Mijangos dedicada por el Obispo Asterio, de la sede de Oca, en tiempos del Rey Recaredo (47); en esta localidad se está excavando en la actualidad el yacimiento del que, con casi absoluta seguridad, procede dicho epígrafe y en el que dataciones radiocarbónicas nos hablan, cuando aún no se han alcanzado los niveles inferiores, de la primera mitad del siglo VIII.

Estos tres emplazamientos se encuentran en un radio menor a los cinco kilómetros y sabemos con absoluta certeza que existen y se encuentran operativos en la Alta Edad Media. Se trata de yacimientos con funciones distintas, pero por ello íntimamente relacionadas; Tartalés es un emplazamiento eremítico (48), Cillaperlata es monástico y Mijangos es episcopal. Su coexistencia con Tedeja resulta paradigmática, pues, de esta forma, nos encontraríamos ante un espacio perfectamente vertebrado y posiblemente punto central de la institucionalización y jerarquización del territorio, merced, cabe sospechar, a cierta herencia recibida del mundo visigodo.

La propia toponimia de la fortaleza -como la de algunos yacimientos cercanos de Tedeja (Cellaprelata/Cillaperlata, Petralata, Tartalés de Cilla/ Cella) es de clara raíz latina. Así Tetilia, que es el registro documental más antiguo que desembocará en el romance Tedeja, deriva del latín Tutelia y refuerza la idea de una continuidad en el poblamiento, en la función, sin interrupciones.

El contexto altomedieval de la zona así la demanda dados los abundantísimos yacimientos arqueológicos de esta época (49), así como las referencias documentales (50); todo lo cual nos habla de una densidad de poblamiento y población muy significativa y estable, que requiere una institucionalización por elemental que ésta sea.

Es evidente que Tedeja a mediados del siglo XI constituía un punto militar y administrativo de primer orden en Las Merindades, de ahí que sea precisamente gracias a la presencia de su Tenente en la firma del documento de arras de García de Navarra con su esposa Estefanía, cuando tengamos la absoluta certeza de su existencia y relevancia; existencia que hoy por hoy queda perfectamente demostrada -y acorde cronológicamente con las estructuras identificadas y descritas en este trabajo.

Para finalizar, y como conclusión, parece que a través del estudio de Tedeja se puede afirmar que posiblemente el contexto en el que nacen todo este tipo de construcciones defensivas altomedievales en el norte de Burgos queda inscrito dentro del marco general originado con la génesis de la monarquía asturiana y al proceso de organización y explotación del territorio que desde estos, estímulos se promueven, especialmente después de la primeras campañas de Alfonso I (fallece en el año 759 d.C.) aunque reiterando un proceso endógeno anterior de carácter secular, como se desprende de las fuentes, sólo posible por el no abandono del espacio por parte de la población autóctona, que a lo sumo quedaría un tanto desorganizada (51); el problema para afirmarlo con rotundidad se encuentra en el escaso desarrollo de las investigaciones enfocadas a tal objetivo, nosotros desde Tedeja pretendemos colaborar.                      

NOTAS

(1) Bohigas Roldán, Ramón; Campillo, Jacinto y Churruca, José Angel: «Carta arqueológica de la provincia de Burgos Partidos judiciales de Sedano y Villarcayo; en KOBIE (Serie Paleoantropología y Ciencias Naturales), núm. 14, Bilbao, 1984, págs. 7-91,

(2) Andrío, Josefina; Loyola Perea, Esler; Martínez Flórez, Julio y Moreda, Javier El conjunto arqueológico del monasterio de San Juan de la Hoz de Cillaperlata Burgos). Burgos, 1993, págs. 95 y 96.

(3) Ubieto Arteta, A.: Cartulario de San Millán de la Cogolla (759-1076). Valencia, 1976. Doc, 23, pág. 95. Fray Justo Pérez de Urbel en el repertorio documental de su obra Historia del Condado de Castilla, Madrid, 1970 (2.ª), lo sitúa en el año 939, documento 161, y así lo considera.

(4) Lecanda, José Angel: «El poblamiento y la organización del territorio septentrional de Burgos en el siglo XI», en Burgos en la plena Edad Media. Burgos, 1994, págs. 623-654. Ver págs. 645 y 646.

(5) García Sainz de Baranda, J. Apuntes sobre historia de las antiguas Merindades de Castilla, Burgos, 1952, pág. 222.

(6) Cadiñanos Bardeci, Inocencio. Arquitectura fortificada en la provincia de Burgos, Madrid, 1987, pág. 27.

(7) Alamo, Juan del: Colección diplomática de San Salvador de Oña (822-1284). Madrid, 1950. Doc. 30, pág. 56.

(8) Cadiñanos, I. Op. cit., pág. 27. (9) Alamo, J. Op. cit, Doc. 32, págs. 58-60.

(8) Cadiñanos, I. Op. cit., pág. 27. (9) Alamo, J. Op. cit, Doc. 32, págs. 58-60.

Anterior Inicio Arriba Siguiente